GALERÍA EL MUSEO
José Ignacio Roca
1997
Bogotá
"APROXIMARME A PINTAR LA NADA FUE PARA MÍ EN UN MOMENTO UNA MANERA DE PINTARLO TODO"
A la pregunta ¿existe una estructura matemática que subyace a sus pinturas, o su construcción se realiza siguiendo un proceso sensible? Jaime Franco responde; “Tengo una aproximación intuitiva al problema de la geometría”. El trabajo reciente de Franco presenta de cierta manera un retorno al ascetismo de su investigación pictórica previa, pues en sus anteriores exposiciones aparecían estructuras de carácter constructivo u orgánico en lo que hasta entonces había sido una particularmente austera. Sus últimas pinturas comparten en su variedad, un sentido estructural común, que se hace más o menos evidente en la trama pictórica de cada obra. Estructura se define como la armadura que sostiene un conjunto, de lo cual podría colegirse que necesariamente le precede. La estructura aparente en las pinturas de Franco no subyace, o por lo menos no en el sentido de líneas de composición que determinan el desarrollo ulterior del mismo; son hechas visibles ocultando porciones de lo pintado, de tal suerte que la trama es develada — o mejor evidenciada —en el acto mismo de pintar.
Franco mantiene el tratamiento de las superficies que ya le es característico, en el cual se superponen y alternan capas finas de pintura aplicada con espátula que define grandes áreas de color, con delicadas grafías que establecen posibilidades texturales o tramas de composición. La distinción entre figura y fondo en su trabajo es tan difusa como aquella de andamiaje conceptual y andamiaje composicional, en el sentido en que el cuadro muestra el desarrollo de esas decisiones sobre la superficie y en el acto mismo de su realización. El abandono de toda voluntad representativa se entiende como un interés en que la obra “se sostenga ella misma”, es decir que sus referentes no estén por fuera del oficio, que la investigación pictórica este circunscrita a lo que sugiere el mismo formato del soporte —la relación entre sus esquinas, las diagonales implícitas, la proporción, balance o equilibrio entre los elementos que componen la superficie del cuadro— y el problema mismo de pintar.
Para Franco el cuadro es “lo que está allí”, su superficie se representa a sí misma. Esto, por supuesto, es una postura conceptual, pues el lenguaje, en tanto que construcción cultural, es un bagaje completo de referencias cruzadas, por demás irrenunciable.
El artista encuentra afortunada la metáfora de la ruina para comprender su propio trabajo: en un proceso constante de pintar, borrar, develar y ocultar, subsisten al final aquellos elementos que estaban más afianzados; el proceso pictórico, como el vendaval del tiempo y de las contingencias se encarga de seleccionar aquello que es esencial.