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GALERÍA EL MUSEO

Germán Rubiano - ArtNexus

2003

 

 

Vale la pena destacar la excelente exposición de óleos sobre lienzo y obras sobre papel de Jaime Franco, llevada a cabo en la Galería El Museo de la ciudad, entre fines de Febrero y el mes de Marzo.

 

En la tarjeta de invitación a la muestra, Franco escribió: “En los años cincuenta frente a las primeras pinturas de los expresionistas abstractos no fueron pocos los críticos que describieron el lienzo en blanco como un campo de batalla. El resultado final eran las huellas de un combate en el que el pintor se había enfrentado a si mismo. Hasta en las pinturas más sosegadas y desprovistas de color que realicé en algún momento he enfrentado la tela con esa convicción. Tal vez en esta expo­sición ese hecho se haga más evidente.” Cierto. A lo largo de su carrera de algo más de 15 años, el artista ha mantenido la constante de pintar como una acción vigorosa, simul­táneamente consciente e inconsciente, que realiza con el objeto de hacer una obra de arte bidimensional pictórica - con manchas, texturas, colores - en la que más que una representación, un símbolo o un concepto, se vea el proceso del pintar, el rastro de un arduo trabajo tanto físico como intelectual. La muestra de este año reunió un buen nú­mero de óleos de diferentes formatos y nu­merosos dibujos de técnica mixta sobre papel en los que, de acuerdo con el artista, resulta más explicita la lucha del pintor consigo mis­mo, así como saltan a la vista los vestigios de la refriega. El conjunto de la exposición resultaba muy impactante: era variadísimo, mucho más colorido que en años anteriores y con composiciones muy distintas que iban desde algunas muy fuertes y aparentemente rudas - Manzanas levemente heridas, por ejemplo -, hasta otras apacibles y casi monocromáticas —Cintura de arena— y aun otras de apariencia semifigurativa  - por ejemplo, Fiesta de los taladros que hace pensar en unas hojas cayendo—. Uno de los óleos más logrados es No he venido a ver el cielo, de formato horizontal, en el que se ven muchos trazos de azul claro y azul hortensia, dispuestos verticalmente, e imponiéndose a otros negros más horizontales. Y el fragor de la contienda no deja dudas en Feria de ceni­za, un lienzo oscuro de pinceladas negras y vehementes y muchas marcas de gran dinamismo. Mención especial ameritan los traba­jos sobre papel, todos sin título y de formatos pequeños, en los que pinceladas bien visi­bles crean diversas tramas, algunas muy co­loridas, o constituyen variados diseños a manera de arabescos enredados, de estruc­turas gráficas, de marañas curvilíneas.

 

La obra de Franco, de lejos la mejor pintura abstracta del país de los artistas de su generación, está vinculada a la tradición del expre­sionismo abstracto de los Estados Unidos. Detrás de sus muy buenos cuadros actuales, uno puede pensar en trabajos como los de de Kooning, Kline, Clyfford Still e incluso Robert Ryman. Sin embargo, el colombiano no se limita a estudiarlos, sino que los ha asimilado totalmente hasta lograr su producción actual, que resulta muy singular.

 

Hay un factor que contribuye a esa expresión particular de Franco. Es su admiración, su gusto por la música. Tal vez no me equivoque si hago suyas estas palabras de Mathias Goeritz: ... Lo que me interesa, mejor dicho, lo que me seduce del arte es la emoción que produce. En el fondo me gustaria hacer música como la hicieron Bach, Hándel y Mozart. La obra de cada uno de ellos me conmueve más que cualquier arte plástico. Aparte de estos compositores, que también le resultan importantes, a Franco le interesa mucho el jazz; las composiciones y las improvisaciones del jazz.

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