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GALERÍA EL MUSEO

Germán Rubiano - ArtNexus

2009

 

 

Con la exposición "Debrís (lo que queda)" de la Galería el museo de Bogotá, Jaime Franco nos ratifica que es uno de los mas importantes artistas colombianos de las últimas dos décadas. Repitiendo las palabras de Robert Hughes sobre la notable pintora norteamericana Susan Rothemberg a los 46 años, Franco "ha sobrevivido al hartazón y vomitera cultural de principios de los ochenta, a la maníaca creación de estrellas y a la presión ejercida sobre el talento inmaduro". A base de trabajo, gran disciplina, inteligencia y sensibilidad, el artista ha desarrollado una obra coherente que lentamente ha madurado en pinturas y dibujos que no se limitan al virtuosismo del oficio sino que se apoyan permanentemente sobre sólidos cimientos de la historia de la cultura. Franco estudió ingeniería en la Universidad de los Andes, ciencia, fotografía y bellas artes en París, donde vivió varios años. Y eso cuenta.

 

"Debrís (lo que queda)" es hasta cierto punto una continuación de sus obsesiones anteriores sobre los estudios de la persectiva y escorzo de Paolo Ucello y sobre sus propias representaciones de construcciones ilusorias, de las que hubo una muestra en El Museo en el 2007. La palabra francesa Debris- restos, ruinas, vestigios- le sirve a franco para articular una serie de óleos sobre lienzo, encáustica y laminillas sobre lienzo y técnicas mixtas sobre papel, en las que representa unas inquietantes variaciones inspiradas en dos obras arquitectónicas imaginarias: el templete que se observa en el cuadro de Rafael Esponsales de la Virgen (1504) y en las Carceri d'Invenzione (comenzadas en 1745) del arquitecto y grabador Giovanni Battista Piranesi. Desde la tarjeta de invitación, con un fragmento del texto de Marguerite Yourcenar "El Negro cerebro de Piranesi", hasta el catalogo con un epigrafe del propio italiano del siglo XVIII, un artículo de Lucas Ospina y un conjunto de buenas reproducciones, Franco nos aproxima a su creación artística, en la que ostensiblemente se destaca el metier de la pintura y el dibujo, casi siempre entreverados con solvencia.

 

Aunque las dfos arquitecturas son totalmente opuestas, la primera, ejemplo del mejor diseño clásico, un edificio circular, con una serie de arcos en el primer piso, llamativas volutas en la base de la cúpula exornada de ventanas, y la segunda, una construccion delirante e ilimitada, plena de ambiguedades especiales, con proliferación de bóvedas, terrazas, escaleras, y puentes y objetos que hacen pensar en castigos: cadenas, cuerdas gruesas, ruedas, etc..., los trabajos de Franco, sin dejar de referirse en forma clara en la mayoria de los casos a los vestigios lineales de las dos edificaciones, tienen una sorprendente unidad, toda vez que tienen muchos rasgos en común; son imágenes prodigiosas, completamente despobladas (en los grabados de Piranesi hay gente) y ricas en elementos gráficos de marcado acento vertical. En los óleos los trazos delgados y firmes aveces hacen pensar en partituras, pero en otros cuadros los rayados destacan la silueta e incluso la volumetría de los edificios. Y hay una pintura excepcional; Babel, en la que todo es menos nítido, y sobre cuatro zonas blancas, horizontales y transparentes, sobresalen unas pinceladas azules, largas y abiertas. Mención especial merecen los dibujos en técnicas mixtas dedicados a las "carceles". En algunos, las lineas finas constituyen tramas nítidas que aluden a arquitecturas coherentes aunque fantásticas, pero en otros los trazos muy superpuestos y en desorden deliberado hacen que las prisiones se aproximen al caos o parezcan pesadillas aterradoras. Es el caso en Desde el Subsuelo, en eucástica y laminillas doradas sobre lienzo.

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Germán Rubiano Caballero profesor asociado del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional de Colombia. Fundador y miembro del consejo editorial de Art Nexus.

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