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GALERÍA CLUB EL NOGAL

Ana María Lozano

 

 

Los problemas abordados por las obras presentes en esta muestra comenzaron a rondar la mente de Jaime Franco hace algunos años, cuando vio un dibujo, técnico, podríamos llamarlo, de Paolo Ucello representando un Cáliz. El laborioso dibujo ofrecía un análisis de los diferentes cortes que comprendían la estructura del objeto. El estudio resultaba tan detallado y minucioso que Jaime asoció la imagen con las operaciones especializadas que puede realizar un software hoy. Ucello, pintor del Quattrocento, hace parte de una generación que pasó a la historia por poner a rodar un sistema de representación que de manera viable describe el mundo. En esta carrera tras la representación realista, desfilaron nombres fundamentales como los de Alberti, Brunelleschi, Bramante, Ucello, Leonardo. Donato Bramante ejecutó en Roma en 1503 el Tempietto di San Pietro. Este templo, de planta circular, rematado por una cúpula y estructurado por arcos de medio punto y columnas dóricas, hace un homenaje a la antigüedad clásica, propone un espacio donde la racionalidad se siente complacida y la noción de lo bello como manifestación de la proporción correcta y el buen número son la norma. Es, por otra parte, una arquitectura plena de simbologías, pensada, para algunos, más para ser vista que para ser habitada desde el interior, por tanto, es algo así como una edificación “pictórica”. Dos años después de la realización del Tempietto, un joven artista, Rafael Sanzio, lo “cita” en una pintura: “Los Desposorios de la virgen”. En la composición, el templo es el remate de la fuga perspéctica y todo el conjunto parece la puesta en imagen de la filosofía de la época: claridad, nitidez, inteligibilidad, sencillez, sobriedad, orden, certeza.

El Barroco y luego, el Romanticismo, llevarán a cabo una oposición airada a esta noción de lo bello. Aquí, lo bello es lo específico, lo dramático, lo complejo, lo dinámico, lo característico. En el régimen estético del romanticismo, el sujeto puede experimentar lo sublime, por ejemplo, tensión dramática entre placer y dolor pero también lo fantástico y aún, lo pesadillesco. El espacio es desde esta mirada, complejo, sorprendente, inteligible sólo en inmersión, desde la experiencia. Pues bien, he aquí a un visionario, Giovanni Battista Piranesi, grabador de excepción, representado ya no espacios de lo divino, ajustados por el número áureo y perfecto, helo aquí enfrascado en la representación de lugares infernales, sorprendentes, aterradores, extraños. Se trata de las Cárceles de invención. En sus grabados lo confuso, lo impredecible, lo característico priman, defendiendo nociones muy diversas de la belleza, en las que, aun la fealdad puede serlo.

Detrás de estos dos paradigmas cada momento histórico está defendiendo una cierta visión del mundo que se manifiesta en una concepción del espacio, de la verdad, del deber ser de lo bello. Jaime Franco recoge estos dos formatos edilíceos emblemáticos, – El Tempietto versión Rafael, una cárcel de Piranesi -, y , desde procedimientos contemporáneos, otras tecnologías de la representación, (empleando el computador ), modifica, crea capas, superpone, reproduce. Desde su punto de vista y la mirada retrospectiva que ejerce sobre esos modos de ver, Jaime vislumbra una suerte de bajo continuo que estructura y recorre, que modula y crea resonancias en el marco de las diferencias, que establece continuidades en discontinuidades temporales. 

En el políptico presente en la sala, Templo para Raphael, la repetición de las columnas y de los arcos de medio punto, convierte lo perfecto en módulo, mientras la redundancia conduce a un desvanecimiento del orden, a la deconstrucción de la forma. Desde hoy, siglo XXI, año 2009, aquellos paradigmas de verdad y de razón conforman ruinas, espacios vulnerables, formas discursivas que se traslapan, utopías devenidas distopías.

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